domingo, 30 de diciembre de 2007

Demonios en el alma IV

Estoy parado frente a la puerta aguardando el momento en que llegues para consolar, apretando fuerte contra tu pecho, lo que dejaste de mí. La espera es infinita, mi imaginación también, tanto que el tiempo me sobra para encontrar las mil y un razones por las que despiertas esta rabia, que a pesar de mi esfuerzo, se vuelve incontenible.
Tres golpes, tres repiqueteos fuertes y secos anuncian tu llegada. El corazón me late fuerte. Corro hasta la puerta y te invito a entrar otra vez a mi casa, a mi vida...
(Continuará...)

domingo, 16 de diciembre de 2007

Demonios en el alma III

¡Cómo hago para controlar el pulso acelerado de mi pluma con la que ya no puedo escribir ni una sola frase! De pronto me veo reproduciendo tu silueta sobre la hoja que hasta hace minutos estaba en blanco. Descubro mi debilidad y me revelo...
Producto de una abrumadora contradicción de sentimientos, las palabras brotan incesantes y caóticas. Veloces, las frases van develando sucesos macabros y mi deseo incontenible. Te ruego en mi imaginación que me dejes ir, pero tan sarcástica resultaste que prefieres llevarme al límite antes que perder.

(Continuará...)

domingo, 9 de diciembre de 2007

Demonios en el alma II

Un simple roce, un cruce de miradas encendidas y nada más. Tomaste tus cosas y en el momento menos esperado echaste a correr escaleras abajo, alejándote de mí. Hacía tiempo que no reaccionaba sin pensar, pero no podía librarme de ese impulso de seguirte que sentía enterrado entre las costillas como si fuera el cañón de un arma apuntándome. Y como si se tratara de un asunto de vida o muerte ( y en verdad lo era), bajé los escalones de dos en dos para alcanzarte antes de que llegaras a la puerta de calle.
Al llegar al hall alcancé a ver como te acomodabas en el asiento trasero de un taxi que aceleró hasta perderse en la oscuridad espesa de aquella noche que colmaba mi mente de trágicas, pero placenteras premoniciones.

(Continuará...)

viernes, 7 de diciembre de 2007

Demonios en el alma

Dicen que narrador y autor no son la misma cosa, como tampoco lo son autor y personaje; qué ilusos... Nadie parece haberse dado cuenta que se trata de la mentira más sublime en busca de impunidad. Nadie parece querer desmentirla porque nadie quiere aceptar que al igual que los escritores, todos tenemos algo de asesinos y de victimas y a veces soñamos cometer crímenes y otras deseamos el castigo.
Ya no escribo, simplemente reproduzco escenas imaginarias que se mezclan con mi registro de la realidad que de tan vago ya no sé si se trata de recuerdos de otra vida o deseos. Delatado por la hipocresía tantas veces, ahora le doy rienda suelta a esas decenas de facetas que componen mi ser. Libres e independientes son presa fácil de los deseos, porque inconexas ya no pueden detenerse las unas a las otras.
Que comience la acción...

Aquella tarde irrumpiste en mi casa tan violentamente como en mi vida. Te conté mi historia, esa que oculto hasta que me descarto sobre la mesa cuando nadie lo espera mientras disfruto al ver como los demás se sorprenden. Aprovecho esos silencios, baches entre la algarabía y el descontento y con ese tono de voz que tan meticulosamente he estudiado y ensayado comienzo el relato. Cuento historias de ese que fui, pero que hace tiempo dejé de ser. El Mister Hyde que permanece dormido pero siempre latente en mi interior, ese que he aprendido a controlar y que no olvido porque tengo miedo de mí mismo. Pero mientras el resto experimenta esa incómoda necesidad de decir algo sin saber que es lo adecuado, vos sonreís y poco a poco tu sonrisa ladeada, irónica e incrédula muta. Hay que saber mirarte para descubrir ese sarcástico momento en el que tu sonrisa se convierte en carcajada. Resonante, estrepitosa, espontánea, efectista, liberadora que te produce ese instante de placer casi orgásmico del que yo también disfruto.
Te pierdo de vista. No se como hiciste pero lograste escabullirte entre el resto de la gente y librarte de las obligaciones de la cortesía propias del anfitrión. Despido uno a uno a los invitados y te veo parada en el umbral de la puerta de la habitación. Me acerco, no puedo evitarlo aunque quiero alejarme de vos porque lográs sacar lo peor de mí. Me aterroriza ver que eso te gusta tanto como a mí.
Sé que es lo que te gusta porque me lo has dicho sin pudores en interminables charlas de café. Lo relatadas desfachatada como quien cuenta el desenlace del capítulo del día de la telenovela de la tarde. Pero sabías que yo escuchaba atentamente y que sin esfuerzos iba a recordad cada detalle. Y otra vez esa sonrisa que se había convertido en la droga más potente que consumí en mi vida arrancaba de mi interior mi voluntad y me arrastraba a ese lugar por el que hace tiempo no transito y que por prudencia (y desconfianza en mí mismo) jamás juré no volver.
Te levantaste lenta y seductoramente tentándome para que te siguiera, poniendo a prueba tus encantos. Y aunque demoré algunos minutos para generarte expectativa, para escapar de la obviedad de lo que premonitoriamente ambos sabíamos que sucedería dejé que ocurra lo que debía ocurrir. (Continuará...)

domingo, 18 de noviembre de 2007

Imagen, distorsión, reflejo y realidad (Quinta parte)

14.30 hs. Terapia V

La mirada fija. Indescifrable entre inexpresiva e inquisidora; la Doctora indagaba y disfrutaba de mis manos sudorosas, de mis piernas temblorosas y del guiño intermitente producto de un tic nervioso que se acrecentaba. Eran señales, pequeñas alarmas, del cuerpo... del cuerpo...
-¿Ha vuelto a verla?
-Nunca más, aunque la recuerdo todos los días.

Me tomó fuerte del brazo, y violentamente me empujó contra el espejo; me enfrentó a mi reflejo. Juntas su imagen y la mía, realidad innegable. Pensó que debíamos enfrentarlo.
-¡Miráme! No con esa mirada, telescópica, distante...
La miraba, juro que la miraba, de la forma en que podía mirarla, de forma casi radiográfica.
-¿Espejito, Espejito quien es la más linda del reino? ¡Contestá mierda! ¡Contestá!
Comenzó a desvestirse, lentamente, como si fuera un ritual, un macabro rito siniestro.
Caminaba, se acercaba, paso a paso acrecentando la incertidumbre, dilatando el final anunciado -¿No te gusta? ¿No te gusta lo que ves?-
Me tomó del cabello y con fuerza golpeó mi rostro contra el espejo, el vidrio estalló, las astillas se enterraron en mi piel y comencé a sangrar -¿Te duele?- pasándome la yema de sus dedos por las heridas -Estás sangrando... Y pensar que una a una hice desaparecer todas tus dudas... (¿Espejo, espejito? ¿Quién es la mas linda del Reino?).


FIN

lunes, 12 de noviembre de 2007

Imagen, distorsión, reflejo y realidad (Cuarta Parte)

14.30hs. Hipnosis.

La doctora quiso indagar mas allá de lo evidente. Ella que todo lo calculaba no se percató de que yo sabia que en realidad buscaba el lugar donde me habitaba. Mi cuerpo se relajaba y yo... yo viajaba al lugar, al momento, al instante dónde... Decidió preguntarlo y pude sentir su odio etéreo pero profundo, sin expresión alguna. Otra vez todo daba vueltas a mi alrededor. Turbulencia, confusión, respiraciones aceleradas, pieles sudorosas susurros y la traición de mi cuerpo. Locura e incoherencia, la única explicación posible para esta imagen tan ilógicamente distorsionada del amor.

14.30 hs. Terapia IV

-¿Dijiste que bailaba?
-Si, integraba un ballet de danza contemporánea. Salía de gira por algunos países de Latinoamérica como Venezuela, Colombia, México, Uruguay... Un día el productor decidió que ya no era rentable. Fue en ese momento que decidió posar para el taller. Y siguió haciéndolo hasta el momento en que se me reveló la verdad.
-Sigue con la idea de que su cuerpo no representa la magnitud de sus sentimientos.
-¿Por qué cambiaria de opinión?
La doctora me dirigió una mirada aguda punzante, se sentía defraudada. ¿Habría llegado a pensar que aquellos momentos de locura, de lujuria de delirio lograrían un cambio de opinión? ¡Qué cruel! Disfruta cuando caigo una y otra vez, sabe de mi sufrimiento. Ahora me mira indignada, ofendida. Es como si hubiera llegado al fondo de su feminidad, haciéndola dudar de sí misma.
Cuando dejó caer la bata en el atelier, la vi resplandecer. Fue un instante, de intensidad absoluta, de pasión mística de un halo envolvente y espeso... ¿Aún estaría en aquella casa quinta en las afueras de la ciudad?

Tanta paz, tanta calma... Parece que los pájaros cantan más fuerte en este lugar, gritan aturden, molestan. Todo es tan perfecto; armonía absoluta, le resulta repulsivo. Siempre hay algo de atractivo en el caos, de eso se trataba el juego. Sobre todo ahora que comenzaba a desordenar su existencia. Una quinta en las afueras de la ciudad es el escenario perfecto para que una personalidad tan poco compleja y rudimentaria se abasteciera de respuestas, vagas, confusas... La paz que reflejaba en su semblante le produjo una especie de sudor frío (Espejito, espejito...) y algo similar a nauseas. No podía tolerarlo.

En la quinta buscaban las palabras apropiadas, un discurso breve, sencillo para preceder una ceremonia corta y emotiva pero sin demasiado sentimentalismo. Debían evitar que el resto de los fieles se hicieran preguntas. Su alma ha ascendido a un plano superior, una forma de vida elevada, perfecta donde los seres son puro amor... Sin más explicaciones el líder dobló en cuatro el papel dónde había escrito el discurso y dio las indicaciones acerca del lugar donde debían depositar el cuerpo. A unos pocos metros, unos arbustos se agitaban, advertían una presencia que pasó inadvertida. Los pasos se aceleran, la respiración se entrecorta. Cuando llega al hueco que abrió en el alambrado, la mano se afloja y deja caer sobre el césped recién cortado el cuchillo ensangrentado.

(Continuará...)

domingo, 4 de noviembre de 2007

Imagen, distorsión, reflejo y realidad (Tercera parte)

La Noche de la Puta

Una puerta espejada se cerraba tras la espalda de ese cliente que se retiraba del 704 de aquella oscura calle en los suburbios de la ciudad. Observó como se acomodaba la bragueta mientras intentaba ocultar esa sonrisa que expresaba satisfacción. Intentó ver mas allá de su piel satisfecha, pero lo encontró más oscuro y opaco; impenetrable. (Espejito, espejito)... Se dio cuenta de que era esa la clase de persona que le había ocasionado aquella forma de pensar tan ilógica y extraña y estaba allí para encontrar la causa de tanta incoherencia. Era verdad, que motivo más efímero que la carne había conducido a aquel hombre hasta allí. Realidad vacía, carente de sentido; el instinto invencible enemigo, había triunfado como tantas veces.
Pero había llegado tarde, ya se había introducido mas allá del umbral, tras abrirse la puerta espejada, podía ver que se había negado al tradicional beso de bienvenida, sin embargo, tenía la certeza de su fracaso.
Quería convencerse de que era un error ¿qué podría encontrar en aquella mujer? Y las contradicciones se convirtieron en ira, esa ira que ciega, que destruye (espejito, espejito)... Aceleró el paso en dirección al hombre que caminaba por la acera, que aún en éxtasis, no percibió la presencia.

Atravesé el umbral de la puerta espejada y me negué al acostumbrado beso de bienvenida.
-No me toques, no me toques.
-No me hagas reír ¿qué venís a buscar? si querés charlar, charlamos; te cobro lo mismo así que hacemos lo que vos quieras.
-Quiero encontrarte a vos, no a tu cuerpo.
-Estas completamente loco.
-Si hubieras intentado, aunque sea por un momento, reconocerte y saber quien sos... Pero te perdiste.
Corrí por las escaleras, atravesé el umbral de la puerta espejada y me perdí en la oscuridad de la noche.
La prostituta lloraba, sabía que dentro de quince minutos escucharía el timbre y tendría que recibir al próximo cliente.

(Espejito, espejito)...
Sintió como si nunca se hubiera conocido. Tantos años pensando que su condición la condenaba. Y sin embargo era ella misma la que se masoqueaba a través de su cuerpo. Algunas veces, mientras estaba con alguno de sus clientes lograba abstraerse, se elevaba como levitando y desde el techo de la habitación se observaba. Sentía pena por sí misma. Había intentado suicidarse varias veces, pero siempre fracasaba. Tenía miedo de morir... tenía miedo de no ser nada. Alguna vez quiso escapar, pero solo pudo tatuarse una mariposa en el pubis.
(Espejito, espejito)...
A una cuadra de la casa de la puerta espejada un grupo de personas preguntan que ocurrió con aquel hombre que yace tendido sobre la vereda. Detrás de la puerta espejada la prostituta se desangra entre las sábanas revueltas de su cama.

(Continuará)

domingo, 28 de octubre de 2007

Imagen, distorsión, reflejo y realidad (segunda parte)

El Episodio del Párroco.

Fui a una iglesia ¡templo de la espiritualidad! A buscar un refugio, allí dónde no hay espejos (¿Porque no quieren que descubramos como nos vemos cuando rezamos? Quizás lo ridículo de la situación pudiera ser un motivo para comenzar a preguntarnos a nosotros mismos...)
La atmósfera, gris, densa... Con el aroma a humedad de las instituciones consagradas.
Me sentía resplandeciente, a punto de vivir una experiencia mística pero lo vi, ahí en la cruz ¡qué espantosa escena! Cuerpo, cuerpo, cuerpo... Sí, el Rey de la espiritualidad, consagración de la bondad como esencia en su estado más puro necesitó un cuerpo y vistió humilde para ocultar la grandeza ¡Qué hipocresía! Y nos perdonó nuestros pecados; y sintió dolor (cuerpo) y sangró (cuerpo) y murió (cuerpo) y resucitó... ¡Entonces tendría que morir para dejar de ser cuerpo!
-Pero el cuerpo es una creación divina hijo; somos imagen y semejanza de Dios quien para llegar a su pueblo necesitó de un cuerpo- dijo el párroco.
-Un cuerpo que jamás logró reflejar su grandeza, su esencia, la realidad, a él mismo...
-Tú dudas, puedes dudar. No puedo ayudarte. Busca las respuestas.
-¿Dónde?
-Quizás tengas razón, solo cuando uno muera... Cuando cuerpo y alma se separen.
-¿Quién soy?
-No lo sé, quizás un poco de ambos...
-¿Acaso usted no deja de sentir su cuerpo?
-Reprimo mi cuerpo, tal vez como ofrenda, tal vez como norma. Sin embargo, esa represión corporal representa parte de mi ser.
-O distorsiona la magnitud de su entrega.
-¿Dudas de mi fe?
-Dudo que su cuerpo sea suficiente para demostrarla.
Primero debemos callar el cuerpo, luego se nos revelará la verdad. Dicen que los ángeles son solo luz... que no tienen género, no tienen sexo... Quizás a ellos se les haya revelado la verdad.

Salió del confesionario aturdido. El sacrificio del cual hacia ostentación no era realmente importante porque su fe, su amor hacia Dios no podía compararse al placer carnal, no, no, no... Pánico, sintió pánico y le sudaban las manos, las manos y la frente. Las gotas de transpiración se deslizaban lentamente sobre su piel. Volteó y vio a Cristo en la cruz y luego aquel óleo de Cristo resucitado... Sin duda sintió que era una revelación. Sintió como si una voz se lo susurrara al oído. Debía morir, solo así descubriría la magnitud de su fe. Y comenzó a sangrar, hasta que se sintió desfallecer.


14,30hs Terapia III


Después de una larga explicación acerca de las diferencias del cuerpo del hombre y la mujer, precedió una demostración carente de pasión artística, aunque sumamente académica -En caso de retratar un hombre -decía el maestro- los trazos deben ser más rústicos, anchos en la espalda, afinándose en las caderas; la mujer en cambio tiene la espalda angosta, y una sinuosa cintura para culminar ensanchándose en una curvilínea cadera; en éste, los trazos deberán ser delicados, tenues...
-En ese momento pensé que había entendido, pensé que cuando me enfrentara al lienzo y viera a los modelos, podría retratarlos resaltando la belleza del cuerpo humano, la perfección, la sensualidad...
-¿Qué ocurrió?- Preguntó la psicóloga mientras tomaba sus notas.
-El maestro de la cátedra dictaminó la consigna: “Deben retratar esta mujer” Y en ese momento apareció ante nosotros la modelo dejando deslizar hasta caer a sus pies la bata blanca que cubría su cuerpo, era perfecto... Pero todo era tan confuso; hubiera podido retratar su cuerpo, hacerlo como el resto de los alumnos (y hundirme en la mediocridad como todo el mundo) pero la consigna había sido clara, debíamos retratar a la mujer y eso abrió para siempre la herida de la diferencia. Como si su cuerpo hubiese desaparecido pinté a la mujer que se había ocultado en ese cuerpo para engañarlos, quizás para protegerla de los mediocres. Pinté, pinté, pinté como nunca pinté... El maestro, supervisor de la apreciación ajena, mediocre solo pudo ver manchas, trazos y pinceladas de colores ¿solo manchas? ¡Logré verla mas allá de esa imagen que distorsionaba la belleza! Logré retratarla a ella, a su esencia; amarillo, naranja, rojo, blanco azul y toques de negro. Maldad, bondad, paz, pasión, inteligencia, conjugándose para conformar ese amorfo ser. Para ellos un artista frustrado. La verdad se hacia presente ante mí.
Sentí como se precipitó su mano dentro de mis pantalones tratando de bajar el cierre con rudeza.
-¿Sabés qué? La piel no puede arrancarse y dejar de sentirse como si fuera la ropa que llevas puesta.
Y quiso convertir ese placer momentáneo en la respuesta; por concreta en la única verdad. Y me sentí despegar mientras mi cuerpo se comportaba de esa forma incomprensible, y la psicóloga sonreía, en parte por placer, en parte por satisfacción de otra partida ganada.

domingo, 21 de octubre de 2007

Imagen, distorsión, reflejo y realidad

El espejo roto, la ropa hecha trizas, el desastre esparcido por toda la habitación. Ruinas de lo que alguien fue. En el piso mi cuerpo recostado, desnudo, en posición fetal; implorando por su identidad perdida. Más tarde rituales y tradición en honor a la nada, después, el fin.

“Espejo, espejito ¿Quién es la más linda del reino?” Belleza, primera concepción de la existencia del cuerpo; del cuerpo, no de mi existencia. Resalto este último punto por considerarlo primordial. Me miro en el espejo; allí donde los ojos se hacen internos y puedo verme, o en realidad, donde puedo verme contenido en mi cuerpo, envase de lo presumiblemente inalienable naturalizado como uno mismo. Tomo mi cuerpo y lo coloco en un pedestal. Lo corono y lo idolatro... Imagen y semejanza del todopoderoso; bello, perfecto. No tan puro pero hermoso. Y pienso en la belleza como en la consagración de este disfraz en el que me escondo. Del polvo vinimos y hacia el polvo vamos, paradoja utópica de una realidad inaceptada. Me produzco y me reproduzco a través de este reflejo distorsionado de lo que en verdad soy.

14,30 hs. Terapia

Me pregunté que había ido a buscar. Me contesté que quizás hallaría la forma de encontrarme a mí mismo sin limitaciones corporales. Obstáculo que me impedía creer que ese a quien veía frente al espejo era yo mismo. Y sin embargo, aún convencido de que este macabro envase era quien truncaba esta búsqueda casi mística de mí mismo, me preguntaba si yo mismo existiría sin cuerpo. Pero esto va más allá; esto tiene que ver con el arte. Es como pintar un cuadro, una imagen poco realista, una imagen inmortal de una realidad que no es tal, una interpretación sumamente subjetiva.
-¿Y las mujeres?, me preguntó la psicóloga.
-¿Qué?
-Si, me refiero al momento donde el cuerpo es fundamental, irrenunciable, necesario ¿Su cuerpo, no responde a los estímulos sexuales?
Una vez más estaba minimizándolo todo. Yo le hablaba de un camino donde pudiera expresarme incondicionalmente... ¡Otra vez el cuerpo!
Una carcajada, una lágrima, algo. ¿Pero estas expresiones de mi cuerpo expresan en su totalidad todas mis sensaciones?
Me preguntaba por el sexo; contacto de un cuerpo con otro. Qué forma primitiva de interactuar unos con otros, de expresar nuestros sentimientos, nuestra atracción. Me pensaba sujeto entre sus piernas poseído por esa extraña sensación que embarga a los ingenuos. La posibilidad de sentir algún tipo de placer tan carnal como momentáneo. Buscaba su felicidad y su tristeza; su inteligencia, el amor, el odio, la pasión, la bondad, la maldad, su creatividad pero como extracto, como esencia. Como pigmento virgen, concentrado, puro...
-Alineación corporal (Ese fue el diagnóstico)convertido casi en una paranoia (una obsesión tormentosa)
Dueña de sí misma, con indiferencia me despidió hasta la semana próxima.

14,30 hs. Terapia II

Para que describirla si yo la miraba allá... en las profundidades rocosas, frías e inertes de la pasión reprimida por el intelectualismo abstracto que impulsaba su vida. Quisiera arrancarme esta piel que me traiciona, esta piel que me oculta y me condena al capricho.
Quizás mi enigma le planteaba un desafío; y se acercó muy lentamente violando el frágil limite demarcado entre la feminidad y el instinto. Y el cuerpo preso de la seducción ¡Ritual nauseabundo de animales en celo! Como una sacerdotisa quiso que comulgue, que sea parte de aquella alianza del cuerpo, de mi cuerpo con el suyo. Sentirlo... Los siguientes encuentros serían iguales hasta transformarse en una estratégica rutina en la que cada uno jugaba su juego. A veces ella ganaba la partida y casi podía sentirme cuerpo, su desafío personal como hembra desenfrenada, desbocada... (Continuará)

martes, 25 de septiembre de 2007

Nunca quise que te fueras

Envases, envases, envases... vacíos ¿De qué sirven? Clasificados, rotulados, identificados... El contenido hace tiempo evaporado no deambula volátil, no está libre simplemente perdido. ¿Qué consuelo nos queda? El egoísmo. Los que se van, los que se quedan; casualidad y misterio. Incomprensible en esencia, incomprensible de hecho.
La ausencia no es terrible, el problema es que la tuya es eterna. El problema no es que te fuiste, el problema es que lo hiciste antes de que pudiera decirte que quería que te quedes; y la frase se me queda atravesada en la garganta recordándome el destiempo cada vez que trago saliva conteniendo el llanto que se empecina.
Dejaste la puerta entreabierta golpeándose contra el marco a causa de la ráfaga que provocaste al salir tan rápido.Puedo verte por la hendija y me arrepiento. Sé que no puedo pasar al otro cuarto por eso espero, mientras tanto te recuerdo.
No sé si tenés alas, no idealizo. El recuerdo me alcanza para saber lo que fuiste conmigo

domingo, 16 de septiembre de 2007

Opuestos

Di un paso más, sin pensarlo, simple impulso. Respiré hondo; llené mis pulmones y me zambullí en el agua, en lo profundo. No me dio miedo, no tuve tiempo y aunque pienso y me flagelo no me arrepiento. Fue tan intenso como quise y tan distante al mismo tiempo. Fue un cruce en una intersección, un instante coincidente, nada más.
La oscuridad nunca me dio miedo y juro que a veces la prefiero. Llueve impiadosamente y yo río, simplemente río porque mojarme nunca me dio miedo. Y corro bajo el agua porque no me importa resbalar y caerme. El viento sopla y dejo que me arrastre, que me lleve porque es lo más parecido a volar que conozco.
Pero a veces me quedo paralizada en medio de la tormenta y veo como te refugias para no mojarte, bajo un farol para no quedar a oscuras, aferrado para que el viento no te arrastre.
Y mientras me decido si es decepción, un error o un futuro olvido me quito el abrigo. Porque aunque no quieras creerlo, tampoco le tengo miedo al frío.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Imparcialidad

Aquel día le negó su alma. Se lo dijo con todo respeto y un pedido de disculpas de por medio. Y aquél sin entender le redobló la apuesta pensando que si no aceptaba, al menos lo enfurecería y entonces la historia escrita se repetiría y sería nuevamente el protagonista. Pero contra todo pronóstico se sintió halagado y prometió que lo pensaría, porque quizás, en el futuro, uno nunca sabe...
Una respuesta tan confusa como insólita para el caso; una decisión, que no causa ira, ni venganza, ni temor, ni nada...
El otro llegó orgulloso, henchido creyendo que el objetivo se había cumplido, que su voluntad todo lo puede... Y lo invitó a sentarse a su lado en la mesa, y le ofreció el pan y le llenó la copa. Pero antes de llevársela a la boca volvió a dejarla sobre la mesa y con sus mejores modales rechazó el pan. Descolocado y confuso, el otro, intentó entender tal imparcialidad...
La mañana lo encontró tendido sobre la cama, la vida lo había abandonado y ahora se encontraba a la espera de que algo pasara.
Aún no había visto aquella luz incandescente, ni las llamas del fuego eterno quemaban su espalda; por el contrario la habitación permanecía cerrada y ni dentro, ni fuera pasaba absolutamente nada...
Parado en el umbral de la puerta, aquel demasiado pensativo, no la abre, ni la cierra... el increíble desconcierto.
Por fin llega el otro, y aquel pensando que esa era la respuesta a todas sus dudas le cede el paso. Pero el otro también estaba desconcertado, entonces, tan solo avanzó unos pocos pasos.
Él esperaba tendido sobre la cama, inmóvil... es que nada ocurriría hasta que alguno de los dos diera una orden. ¿Cuál de los dos la daría? ¿Quién sería?
Y el camino a la eternidad resultó ser más serio e importante que una tonta disputa moral, y el destino de su alma estaba en el centro de la mesa, junto a un mazo de cartas que ninguno de los dos deseaba cortar. Repartirlas y jugar indicaría que había algo que apostar (algo que perder, algo que ganar) y no lo había.
El veredicto tardaba demasiado, así que intentó moverse, y descubrió que podía levantarse, y de puntillas, como adivinando que si hacia algún ruido interrumpiría tan importante partida se acercó a la puerta. Primero trató de escuchar a través de esta pero el ambiente estaba sumido en el más espectral de los silencios. Entonces espió por la cerradura, pero no percibió presencia alguna.
Espero tanto como su ansiedad se lo permitió y salió de la habitación en busca de su destino eterno...
Pero sobre la mesa estaba su alma y el mazo de cartas apilado a un lado. Entonces descubrió que ya no había rumbo ni destino para su alma... no había eternidad, ni luces, ni llamas...
No tardó en darse cuenta de que su imparcialidad era el motivo...
Porque en la vida no se puede quedar bien con Dios y con el Diablo.

domingo, 2 de septiembre de 2007

En pretérito

Era de las personas que dejaban huellas, profundas. Nunca caminó por otra superficie que no sea cemento fresco.Su paso perduraba en el tiempo. Ahí estaba, por allí había pasado, por siempre recordada.Había pasado... el atemorizante tiempo verbal “pasado perfecto”.
Hoy camina zigzagueante por la orilla del mar y ve como irreverentes las olas arrastran sus huellas... A veces camina cuando llueve, entonces las huellas profundas legitiman su paso. Pero la lluvia para, la tierra se seca... Lo peor es aceptar que el viento sopla, sopla fuerte y persistente. Y el barro se convierte en tierra, que se dispersa... ya no hay huellas...
Era de esas personas que se sientan a llorar en el umbral de la puerta mientras miran fijo los pies de la gente que camina por la vereda para asegurarse que les pasa lo mismo, que no dejan huellas. No lograba ver con claridad, las lágrimas empañaban la imagen. Esperaba a que caigan, pero brotaban nuevamente, tantas veces, tantas veces...
Es de esas personas que se sientan cada tarde en la vereda. La gente pasa caminando frente a ella. No mira, solo recuerda. Alguna vez dejó huellas sobre el cemento fresco y sus pisadas tal vez hallan resistido el paso del tiempo.
Ya no llora...
La imagen nítida...
La mente en blanco...
Los pies paralizados...
Es probable que aun esté pensando, porque dejó marcas tan persistentes en el lugar y en el momento equivocado.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Objetivo

No soñaba, planificaba. Nunca imaginó un futuro en el que a causa de los mil y un infortunios de la vida pudieran modificarse sus planes; virar y cambiar el rumbo de ese camino pensado de antemano. No consideró los arrebatos inexplicables y sin sentido que le señalaran nuevas direcciones, ni la posibilidad de caprichosas rutas alternativas.
Sólo tenía en cuenta el punto de partida y el de llegada de un camino recto, llano y directo.
Y llegó a la meta pero se perdió el misterio de lo que le aguardaba detrás de la curva, la aventura de la ruta desconocida, del destino incierto. De la sorpresa al descubrir que un día, sin previo aviso, que el viaje había llegado a su fin.
No demoró porque nunca le cedió el paso a nadie y no cayó porque su paso era firme. No dudó porque no se distrajo. Y ahora que ha llegado, hace años que espera en soledad a los que por soñar se han demorado.

domingo, 26 de agosto de 2007

Adaptación

El día que decidió partir yo no pensaba en la ausencia. No contemplaba la posibilidad de que vendría y se instalaría para ocupar su lugar y que poco a poco la iría convirtiendo en recuerdos; congelando su presencia en cada rincón de nuestra casa. Entonces ya no serían “partes de nuestras vidas” sino recuerdos, pasado... Yo fijaba la vista en sus manos apuradas y pensaba en las cosas, que a pesar de pertenecerle usaba a diario y que ya no tendría. Pensarán que soy egoísta ¿y qué? Más egoístas son aquellos que lloran a sus muertos no porque se hayan ido, porque ya no estén, sino porque los dejaron solos. La despedida fue breve y distante, no quisimos decir adiós porque estábamos convencidas del eterno hasta luego. Sin recato me apoderé de sus libros, ocupé su lugar en el ropero y desocupé los cajones. Me apropié de la habitación por completo y recién ahí caí en la cuenta de que ya no vivía en casa. Lo asumió de esa forma, de manera pasiva, sin oposiciones, casi con naturalidad. Me enfureció que no hiciera reclamos, que nos permita llenar la casa de portarretratos con sus fotos como si tuviéramos que hacer un esfuerzo diario para no olvidar su cara; me enfureció que no nos exigiese que no olvidáramos. Entonces vino la ausencia, y como era de prever se apoderó de sus rincones favoritos. Y con la ausencia en casa comenzamos a disputarnos los recuerdos. Hasta creí no tener recuerdos propios. Así que decidí darle por ganada la partida a la ausencia y hacer borrón y cuenta nueva. Y comencé una nueva vida, una que la ausencia no intentara arrebatarme.
“Me quedo dos o tres días nada más, después tengo que volver”, dijo la última vez que la vi y asentí sin oposición y sin reclamos, porque para ella volver ahora tenía otra connotación en el espacio.

domingo, 19 de agosto de 2007

El ritual de las máscaras

Cada uno ocupó el lugar que previamente había seleccionado en el círculo convenido como ámbito de común acuerdo. Era la forma más sencilla de aceptar que los equivocados eran más de uno; que el ritual era inevitable y necesario. La inmunidad era una posibilidad que se agotaba, y el instinto de supervivencia les impedía romper la rueda. No era el destino, era una elección menos libre que obligatoria. Y con la pena de lo que no fue pero podría haber sido se resignaron a aquel pequeño espacio reservado que solo podrían conservar si actuaban de la forma correcta.La ceremonia comenzaría y cada uno llevaría a cabo el papel acordado, la caracterización que con tanto esmero habían logrado casi a la perfección y que se encontraban en condiciones de representar sin previo ensayo. Tan incorporada como un verdadero yo que jamás conocerían, que se ahogaba, se desangraba, agonizaba... y que sin embargo, aún no se decidía a morir aunque empecinados no dejaran de intentar matarlo. Metodología aprobada con honores, la naturalización de las ideas ajenas a flor de piel.Uno a uno fueron cubriendo sus rostros con máscaras que de tan gruesas y opacas ocultaban para siempre las expresiones de dolor que inevitablemente causaban. Era una muerte realmente extraña. Era la concepción, el embarazo... era como parir un mutante, un ser amorfo, distante...Las contorsiones corporales hablaban del efecto esperado, el interior lo rechazaba por extraño. Un viaje introspectivo delataría la mentira y se sentirían culpables por ellos mismos.El fuego aún ardía en medio del circulo, tenía hambre de almas como cualquier hoguera. Los participantes de desvanecían alrededor del fuego con las máscaras puestas contorsionándose, delirando...Cuando las cenizas comenzaban a esparcirse con la brisa que sopla justo antes de que el amanecer se convierta en otro día, los participantes se incorporaban pero ya no se quitaban las máscaras. Las lágrimas sólidas para ser perennes, y la risa fornicada con esteca, horneada a altas temperaturas, camuflada con esmalte, tan artesanal como poco natural. Porque con el ritual de las máscaras, aunque poco auténtica, la vida se les hacía menos vulnerable.

Ansiedad

Pensé que era difícil decidir viajar a la luna. Creí que la incertidumbre era grande, era ansiedad.
El viaje de ida fue corto, rápido... la adrenalina se elevaba a limites incontrolables...
Lo difícil es la estadía, es quedarse. No como un acto de abnegación, un sacrificio, una promesa inquebrantable. Quedarse aunque las razones para volver sean coherentes y cientos.
Quedarse porque una fuerza mas fuerte que magnética te adhiere a la superficie de la luna y allí te deja. Lo insólito es que uno ya no quiere hacer fuerza con las piernas. No intenta despegarlas del suelo. Simplemente no quiere.
Entonces las miradas se cruzan. Es normal, humano, lógico sentir miedo y dirigir la mirada hacia sus piernas para asegurarse de que no está haciendo fuerza, de que tampoco puede, que tampoco quiere despegarse del suelo.
Las miradas se fijan una en la otra, en estado de latencia.
Pueden ir mas allá de los limites permitidos, pueden ver más de lo evidente, pueden conocer más de lo precavido.
Sus ojos vierten lágrimas y el sudor corre por su espalda.
Agita la cabeza hacia ambos lados y ve la inmensidad que ya no quiere...
Mira como frente a ella él pierde la mirada, busca algo que no encuentra y agacha la cabeza. Se aterra. La inmensidad se convierte en incertidumbre y se aterra.
Porque nunca considero la posibilidad de vuelta, porque sabe que la paralizaría la tristeza.
Él levanta la cabeza y busca aquello que no encuentra en la mirada de ella.
Probablemente no tenga la respuesta...
Toma su mano, la aprieta como suplicando. Respira profundo con la esperanza de controlar su ansiedad que la carcome por dentro, que no le permite esperar tranquila su reacción, el suceso, el milagro.
No sabe si es piel o alma, pulula a su alrededor el miedo.
Hace algún tiempo colocó sobre el altar a modo de ofrenda, la armadura y los proverbios. Y espera inquieta esa sonrisa que libere ese suspiro que entumece las viseras.

domingo, 12 de agosto de 2007

Una triste historia

Triste es la propia historia que no escribe uno mismo; esa que más que historia es un guión previamente escrito. El de la pluma sin tinta que no pudo marcar el rumbo de su vida. Triste...
No pudo delinear los trayectos, diseñar los caminos, dibujar los retratos de los rostros conocidos por casualidad. Simplemente no hay registro de esa historia que se escribe día a día y en cursiva.
Qué diría el que tuvo que marcar su destino sobre la piedra, golpeando con fuerza el cincel. Vergüenza, seguro sentiría vergüenza.
Pero él no se da cuenta del motivo del vacío de su alma cree que la vida es eso y nada más.

Te pido que ya no llores, te ruego que ya no rías...
La vida no es fácil, ni tierna...
Pero en esos momentos en los que creo que la salida del túnel es lejana llego, por fin llego... y esos son los momentos en que creo que el aire es menos espeso, que la luz no encandila...
Triste es la historia de quien camino a la salida del túnel se detiene tantas veces y descansa tratando de llenar de aire sus pulmones. Pero falta el oxigeno, la oscuridad ciega y es muy posible que no vea las irregularidades del piso y cuando caiga se rompa la cabeza con las piedras.

¿Destino?

Golpeó la puerta tres veces, alguien abrió pero la atmósfera era tan espesa que no pudo ver quien era. Escuchó unos pasos adelantarse, tanto, que descubrió una inmensa sensación de soledad que lo abrumaba.
Agudizó el oído; escuchó los pasos que se alejaban; por impulso más que por instinto tomó una dirección que lejos de ser la acertada era una posibilidad remota ¿Acaso importa? El fin era el mismo.
Caminó tantos pasos como pudo antes de que el desconcierto lo paralizara como tantas veces en medio de la nada. Era la misma sensación que muchas veces le aflojo las piernas, que le quebró los tobillos, que lo dejó sentado apoyando la espalda contra la pared, con la mirada perdida pero inquieta buscando un punto, tan solo eso, un punto en que concentrar su atención en medio de la desesperación de no encontrar nada...

Se sintió desvanecer.
Despertó enredado entre las sábanas; no recordaba la mano tendida que lo había ayudado a levantarse y llegar hasta allí (más tarde descubrió que jamás se había levantado, los chichones en la cabeza delataban que indefectiblemente lo habían arrastrado). Semi incorporado trató de adivinar, por carencia de recuerdos, los motivos. Pero había estado ausente tanto tiempo que terminó por asumir como reales los que le apuntaban en aquel papel que a modo de manual de instrucciones había encontrado sobre la mesa de luz.
Golpearon tres veces la puerta. Por instinto bajo las escaleras y abrió la puerta... sentía resonar sus propios pasos en el piso de madera al cruzar el pasillo. A sus espaldas alguien trataba de seguirlo adivinando el camino. Sonrió. Cuando ya no tolerara la presión, caería; entonces lo tomaría de los tobillos y lo arrastraría hasta la alcoba, golpeando su cabeza tantas veces como escalones tuviera que subir. Luego despertaría. Escribiría en un papel borroneado las mismas cosas que a tras luz podían verse escritas en el mismo papel repetidamente.
Luego despertaría y entre la desesperación, el desconcierto y la inmensidad de una nada tan infinita aceptaría el cruel destino del conformismo. Indeclinable como una verdad absoluta e inevitable.

Penumbra

Debajo de la puerta se filtraba un haz de luz, que entristecía aún más la habitación a oscuras. Que hacía más evidente la desesperación de sentirse ajeno. Sobre la cama lloraba en silencio arrollada sobre sí misma. Apretaba contra su pecho la almohada que por fetiche se convirtió en compañero.
Afuera pasaban cosas. Un afuera relativo y que por cercano resultaba demasiado doloroso.
Una voz aguda se hacía eco del último chiste que acababan de hacer en la televisión que a pesar de la hora, permanecía encendida. Los cubiertos chocaban contra el plato provocando ese ruido que indica, que por lo menos, los demás se están saciando con satisfacción.

Voces que murmuran sin cesar, risas espaciadas pero repetidas.
Afuera pasaban cosas...

Fijaba la vista en el haz de luz que se filtraba debajo de la puerta; creyó que podría mantener fija la vista, que lo toleraría. Pero esa luz que no encandila, es una luz tenue... una luz que no llena pero que deja vislumbrar los espacios vacíos...
Entonces agachó la cabeza, cerró los ojos y trató de pensar en "que mañana sería otro día". No hubo consuelo.
Nadie recordó preguntarle si quería cenar... Hubiera contestado que no, que muchas gracias, que no tenía ganas. Pero hubiera sonreído y hasta vibrado por un instante. Habria enfrentado la luz que al abrir la puerta se habría apoderado del lugar y por un momento ahuyentaría a la oscuridad, a su séquito de sombras y a los rayos de luna, plateados y punzantes como el peor de sus recuerdos, ese que ahora tiene clavado en el pecho.
Se recostó sobre la cama en posición fetal y aceptó que la puerta jamás se abriría.
Dentro de la habitación alineados sobre estantes de vidrio, una colección deslucida por el polvo. Cada pieza permanece inmóvil en el lugar. En el mismo lugar donde hace tanto tiempo decidió colocarla.
Demasiado tiempo...
Afuera pasaban cosas, solo afuera.

Dentro inmovilizadas las que por estáticas y ordenadas a destiempo prevalecían fantasmales.
Los ojos sin brillo aparente, sintieron como los párpados caían para protegerlos del haz de luz que no dejaba de recordarle que en mundo estático y perenne, la distancia de la cama a la puerta es una brecha insuperable; y que para girar el picaporte de la puerta, necesitaba más fuerza de la que era capaz de conservar.
Los párpados cayeron pesados.
Continúa recostada en posición fetal, y siente que la vida la aborta.

domingo, 5 de agosto de 2007

Legítima libertad

Pobre niña que quieres ser mariposa, pero no te crecen las alas. Y aunque es probable que eso nunca ocurra, aún guardas la esperanza. Y tienes en tu mente una réplica imaginaria de lo que serías si tu sueño llegara a cumplirse. Una copia tan exacta que terminas creyendo que es tu verdadero y único destino.
Y los demás solo te vemos agitar los brazos sin que logres alzar vuelo. Pero nadie quiere ser emisario y decirte la verdad. Callamos y reímos por lo bajo, mitad burla, mitad pena.
Colorida, alegre, pero limitada. Es que con revolotear te alcanza. Porque volar, lo que se dice volar, vuelan las águilas. Extienden las alas y rodean los picos más altos de las montañas. Pero las mariposas son débiles. Pequeños seres que nos alegran la vida por un rato, que nos recuerdan que la primavera ha llegado. Pero que cuando termina, las flores se cierran y las hojas verdes se caen ya no tienen motivo ni causa de existencia.
Pero el próximo año llegará otra vez la primavera. Otra primavera, otras flores, otras hojas, otras mariposas ...
Mientras que desde la cima el águila le dará la bienvenida, fortalecida y con las alas extendidas.

Culpa y Cargo

El polvo cubría cada uno de los muebles del comedor, un polvo espeso, gris... Un polvo que se esparcía y quedaba flotando en el ambiente bastante más tiempo del que la propia salud podía tolerar. El olor era nauseabundo... fétido... desagradable...
Tapaba su nariz, agitaba incesantemente sus manos de un lado a otro como si así pudiera disiparlo. Así de fácil, agitando sus manos...
(¡qué omnipotencia!)
El aire, era pesado, irrespirable, denso... La atmósfera estaba viciada... Era como si ejerciera una fuerte presión sobre su cabeza hasta obligarlo a arrodillarse, lacerando sus rodillas (¿Cómo un rezo, cómo una súplica?) hasta obligarlo a caer. Fue un instante de alineación. Pudo verse, arrastrándose en el suelo, tratando de evadir tan desconsolado entorno.
Revolcándose sobre la montaña de basura que había logrado arrastrar hasta el rincón, justo en el punto donde se abría el vértice entre aquellas dos macizas paredes, pero jamás había llegado a juntar.
Entonces rodó sobre sí mismo y de cara al techo vislumbró una salida, que no estaba literalmente arriba. Era un arriba más mitológico ... realismo mágico ... cultura popular, dominación y clases estamentadas.
Las tablas cayeron, quiso atajarlas pero estaba demasiado exhausto y aquejadumbrado. Entonces cayeron a su lado y se quebraron. Escombros ... mil pedazos ... las mil y una caras de la verdad.
Ahora que la verdad era un rompecabezas podía acomodarse, rearmarse e interpretarse.
Aún continúaba tirado en el piso, al caer las tablas volteó el rostro y las vio quebrarse...
Ahora llora por la verdad que lo haría libre. Esa verdad que por estrepitosa dejó caer. Momento místico, cumbre, único, irrecuperable.
Trató de incorporarse y caminando en cuatro patas (aunque aún sangraban sus rodillas laceradas que no cicatrizaban) llegó hasta la pared del frente en donde se erigía la ventana. Estiró su brazo izquierdo (con el derecho costaría menos, sería menos lastimoso, provocaría ira en lugar de compasión) y logró afirmarse sosteniéndose del marco de la ventana.
Se puso de pie, olvidándose de las rodillas que hasta hace poco le temblaban y asumiendo que alguna razón por inexplicable que fuera existía se asomó a la ventana y elevó la vista al cielo, a un cielo más profundo y lejano que el que vemos.

Frunció el ceño y acompañando de bruscos ademánes preguntó a su dios - ¿Por qué?
Libre de culpa y cargo se dejó caer.

Ventaja

Me pregunto que sientes cuando al verme buscas en mis ojos el reflejo de aquello que quieres que yo vea.
¿Es qué no te das cuenta? El poder que tienes es tan inestable ... tan solo unos metros de ventaja ...
Pero mi objetivo no es cruzar la meta, quizás por miedo... No a lo que haya del otro lado, si no, justamente a que de que del otro lado no haya nada.
Entonces dejo que corras, que cruces la línea de llegada, y te observo a la distancia para ver que pasa. Total tengo tiempo, y si el tiempo que tengo no alcanzara, no me importa; al menos mi viaje fue interesante.
Porque despojada de paredes cubiertas de espejos que me confirmen a cada paso quien soy, puedo andar descalza y despreocupada.

Solo puedo verme reflejada amorfa y distorsionada en la superficie del agua. Y entonces soy feliz, porque a pesar de que el viento sople y arrastre el agua y deforme mi rostro, me sigo reconociendo.
Por eso tan solo puedo complacerte y jugar este juego por un rato. Que creas que las reglas no tienen discusión simplemente porque las hayas inventado, es un pretexto ante una autoridad que se desvanece.
Puedo hablar de dolor porque caminé sobre espinas. Puedo hablar de llanto, porque me arrojé sobre la tumba cicatrizando mis heridas. Sé lo que es caerse porque llegué hasta aquí arrastrándome. Y aunque quise tomarme de tus tobillos para levantarme, preferiste pisarme los nudillos para poder observarme desde arriba mientras me retorcía.
Caminas marcha atrás por el camino angosto, el corto... por aquel que se llega más rápido. El mismo que eligió Caperucita y se la comió el lobo.