domingo, 28 de octubre de 2007

Imagen, distorsión, reflejo y realidad (segunda parte)

El Episodio del Párroco.

Fui a una iglesia ¡templo de la espiritualidad! A buscar un refugio, allí dónde no hay espejos (¿Porque no quieren que descubramos como nos vemos cuando rezamos? Quizás lo ridículo de la situación pudiera ser un motivo para comenzar a preguntarnos a nosotros mismos...)
La atmósfera, gris, densa... Con el aroma a humedad de las instituciones consagradas.
Me sentía resplandeciente, a punto de vivir una experiencia mística pero lo vi, ahí en la cruz ¡qué espantosa escena! Cuerpo, cuerpo, cuerpo... Sí, el Rey de la espiritualidad, consagración de la bondad como esencia en su estado más puro necesitó un cuerpo y vistió humilde para ocultar la grandeza ¡Qué hipocresía! Y nos perdonó nuestros pecados; y sintió dolor (cuerpo) y sangró (cuerpo) y murió (cuerpo) y resucitó... ¡Entonces tendría que morir para dejar de ser cuerpo!
-Pero el cuerpo es una creación divina hijo; somos imagen y semejanza de Dios quien para llegar a su pueblo necesitó de un cuerpo- dijo el párroco.
-Un cuerpo que jamás logró reflejar su grandeza, su esencia, la realidad, a él mismo...
-Tú dudas, puedes dudar. No puedo ayudarte. Busca las respuestas.
-¿Dónde?
-Quizás tengas razón, solo cuando uno muera... Cuando cuerpo y alma se separen.
-¿Quién soy?
-No lo sé, quizás un poco de ambos...
-¿Acaso usted no deja de sentir su cuerpo?
-Reprimo mi cuerpo, tal vez como ofrenda, tal vez como norma. Sin embargo, esa represión corporal representa parte de mi ser.
-O distorsiona la magnitud de su entrega.
-¿Dudas de mi fe?
-Dudo que su cuerpo sea suficiente para demostrarla.
Primero debemos callar el cuerpo, luego se nos revelará la verdad. Dicen que los ángeles son solo luz... que no tienen género, no tienen sexo... Quizás a ellos se les haya revelado la verdad.

Salió del confesionario aturdido. El sacrificio del cual hacia ostentación no era realmente importante porque su fe, su amor hacia Dios no podía compararse al placer carnal, no, no, no... Pánico, sintió pánico y le sudaban las manos, las manos y la frente. Las gotas de transpiración se deslizaban lentamente sobre su piel. Volteó y vio a Cristo en la cruz y luego aquel óleo de Cristo resucitado... Sin duda sintió que era una revelación. Sintió como si una voz se lo susurrara al oído. Debía morir, solo así descubriría la magnitud de su fe. Y comenzó a sangrar, hasta que se sintió desfallecer.


14,30hs Terapia III


Después de una larga explicación acerca de las diferencias del cuerpo del hombre y la mujer, precedió una demostración carente de pasión artística, aunque sumamente académica -En caso de retratar un hombre -decía el maestro- los trazos deben ser más rústicos, anchos en la espalda, afinándose en las caderas; la mujer en cambio tiene la espalda angosta, y una sinuosa cintura para culminar ensanchándose en una curvilínea cadera; en éste, los trazos deberán ser delicados, tenues...
-En ese momento pensé que había entendido, pensé que cuando me enfrentara al lienzo y viera a los modelos, podría retratarlos resaltando la belleza del cuerpo humano, la perfección, la sensualidad...
-¿Qué ocurrió?- Preguntó la psicóloga mientras tomaba sus notas.
-El maestro de la cátedra dictaminó la consigna: “Deben retratar esta mujer” Y en ese momento apareció ante nosotros la modelo dejando deslizar hasta caer a sus pies la bata blanca que cubría su cuerpo, era perfecto... Pero todo era tan confuso; hubiera podido retratar su cuerpo, hacerlo como el resto de los alumnos (y hundirme en la mediocridad como todo el mundo) pero la consigna había sido clara, debíamos retratar a la mujer y eso abrió para siempre la herida de la diferencia. Como si su cuerpo hubiese desaparecido pinté a la mujer que se había ocultado en ese cuerpo para engañarlos, quizás para protegerla de los mediocres. Pinté, pinté, pinté como nunca pinté... El maestro, supervisor de la apreciación ajena, mediocre solo pudo ver manchas, trazos y pinceladas de colores ¿solo manchas? ¡Logré verla mas allá de esa imagen que distorsionaba la belleza! Logré retratarla a ella, a su esencia; amarillo, naranja, rojo, blanco azul y toques de negro. Maldad, bondad, paz, pasión, inteligencia, conjugándose para conformar ese amorfo ser. Para ellos un artista frustrado. La verdad se hacia presente ante mí.
Sentí como se precipitó su mano dentro de mis pantalones tratando de bajar el cierre con rudeza.
-¿Sabés qué? La piel no puede arrancarse y dejar de sentirse como si fuera la ropa que llevas puesta.
Y quiso convertir ese placer momentáneo en la respuesta; por concreta en la única verdad. Y me sentí despegar mientras mi cuerpo se comportaba de esa forma incomprensible, y la psicóloga sonreía, en parte por placer, en parte por satisfacción de otra partida ganada.

domingo, 21 de octubre de 2007

Imagen, distorsión, reflejo y realidad

El espejo roto, la ropa hecha trizas, el desastre esparcido por toda la habitación. Ruinas de lo que alguien fue. En el piso mi cuerpo recostado, desnudo, en posición fetal; implorando por su identidad perdida. Más tarde rituales y tradición en honor a la nada, después, el fin.

“Espejo, espejito ¿Quién es la más linda del reino?” Belleza, primera concepción de la existencia del cuerpo; del cuerpo, no de mi existencia. Resalto este último punto por considerarlo primordial. Me miro en el espejo; allí donde los ojos se hacen internos y puedo verme, o en realidad, donde puedo verme contenido en mi cuerpo, envase de lo presumiblemente inalienable naturalizado como uno mismo. Tomo mi cuerpo y lo coloco en un pedestal. Lo corono y lo idolatro... Imagen y semejanza del todopoderoso; bello, perfecto. No tan puro pero hermoso. Y pienso en la belleza como en la consagración de este disfraz en el que me escondo. Del polvo vinimos y hacia el polvo vamos, paradoja utópica de una realidad inaceptada. Me produzco y me reproduzco a través de este reflejo distorsionado de lo que en verdad soy.

14,30 hs. Terapia

Me pregunté que había ido a buscar. Me contesté que quizás hallaría la forma de encontrarme a mí mismo sin limitaciones corporales. Obstáculo que me impedía creer que ese a quien veía frente al espejo era yo mismo. Y sin embargo, aún convencido de que este macabro envase era quien truncaba esta búsqueda casi mística de mí mismo, me preguntaba si yo mismo existiría sin cuerpo. Pero esto va más allá; esto tiene que ver con el arte. Es como pintar un cuadro, una imagen poco realista, una imagen inmortal de una realidad que no es tal, una interpretación sumamente subjetiva.
-¿Y las mujeres?, me preguntó la psicóloga.
-¿Qué?
-Si, me refiero al momento donde el cuerpo es fundamental, irrenunciable, necesario ¿Su cuerpo, no responde a los estímulos sexuales?
Una vez más estaba minimizándolo todo. Yo le hablaba de un camino donde pudiera expresarme incondicionalmente... ¡Otra vez el cuerpo!
Una carcajada, una lágrima, algo. ¿Pero estas expresiones de mi cuerpo expresan en su totalidad todas mis sensaciones?
Me preguntaba por el sexo; contacto de un cuerpo con otro. Qué forma primitiva de interactuar unos con otros, de expresar nuestros sentimientos, nuestra atracción. Me pensaba sujeto entre sus piernas poseído por esa extraña sensación que embarga a los ingenuos. La posibilidad de sentir algún tipo de placer tan carnal como momentáneo. Buscaba su felicidad y su tristeza; su inteligencia, el amor, el odio, la pasión, la bondad, la maldad, su creatividad pero como extracto, como esencia. Como pigmento virgen, concentrado, puro...
-Alineación corporal (Ese fue el diagnóstico)convertido casi en una paranoia (una obsesión tormentosa)
Dueña de sí misma, con indiferencia me despidió hasta la semana próxima.

14,30 hs. Terapia II

Para que describirla si yo la miraba allá... en las profundidades rocosas, frías e inertes de la pasión reprimida por el intelectualismo abstracto que impulsaba su vida. Quisiera arrancarme esta piel que me traiciona, esta piel que me oculta y me condena al capricho.
Quizás mi enigma le planteaba un desafío; y se acercó muy lentamente violando el frágil limite demarcado entre la feminidad y el instinto. Y el cuerpo preso de la seducción ¡Ritual nauseabundo de animales en celo! Como una sacerdotisa quiso que comulgue, que sea parte de aquella alianza del cuerpo, de mi cuerpo con el suyo. Sentirlo... Los siguientes encuentros serían iguales hasta transformarse en una estratégica rutina en la que cada uno jugaba su juego. A veces ella ganaba la partida y casi podía sentirme cuerpo, su desafío personal como hembra desenfrenada, desbocada... (Continuará)