domingo, 4 de noviembre de 2007

Imagen, distorsión, reflejo y realidad (Tercera parte)

La Noche de la Puta

Una puerta espejada se cerraba tras la espalda de ese cliente que se retiraba del 704 de aquella oscura calle en los suburbios de la ciudad. Observó como se acomodaba la bragueta mientras intentaba ocultar esa sonrisa que expresaba satisfacción. Intentó ver mas allá de su piel satisfecha, pero lo encontró más oscuro y opaco; impenetrable. (Espejito, espejito)... Se dio cuenta de que era esa la clase de persona que le había ocasionado aquella forma de pensar tan ilógica y extraña y estaba allí para encontrar la causa de tanta incoherencia. Era verdad, que motivo más efímero que la carne había conducido a aquel hombre hasta allí. Realidad vacía, carente de sentido; el instinto invencible enemigo, había triunfado como tantas veces.
Pero había llegado tarde, ya se había introducido mas allá del umbral, tras abrirse la puerta espejada, podía ver que se había negado al tradicional beso de bienvenida, sin embargo, tenía la certeza de su fracaso.
Quería convencerse de que era un error ¿qué podría encontrar en aquella mujer? Y las contradicciones se convirtieron en ira, esa ira que ciega, que destruye (espejito, espejito)... Aceleró el paso en dirección al hombre que caminaba por la acera, que aún en éxtasis, no percibió la presencia.

Atravesé el umbral de la puerta espejada y me negué al acostumbrado beso de bienvenida.
-No me toques, no me toques.
-No me hagas reír ¿qué venís a buscar? si querés charlar, charlamos; te cobro lo mismo así que hacemos lo que vos quieras.
-Quiero encontrarte a vos, no a tu cuerpo.
-Estas completamente loco.
-Si hubieras intentado, aunque sea por un momento, reconocerte y saber quien sos... Pero te perdiste.
Corrí por las escaleras, atravesé el umbral de la puerta espejada y me perdí en la oscuridad de la noche.
La prostituta lloraba, sabía que dentro de quince minutos escucharía el timbre y tendría que recibir al próximo cliente.

(Espejito, espejito)...
Sintió como si nunca se hubiera conocido. Tantos años pensando que su condición la condenaba. Y sin embargo era ella misma la que se masoqueaba a través de su cuerpo. Algunas veces, mientras estaba con alguno de sus clientes lograba abstraerse, se elevaba como levitando y desde el techo de la habitación se observaba. Sentía pena por sí misma. Había intentado suicidarse varias veces, pero siempre fracasaba. Tenía miedo de morir... tenía miedo de no ser nada. Alguna vez quiso escapar, pero solo pudo tatuarse una mariposa en el pubis.
(Espejito, espejito)...
A una cuadra de la casa de la puerta espejada un grupo de personas preguntan que ocurrió con aquel hombre que yace tendido sobre la vereda. Detrás de la puerta espejada la prostituta se desangra entre las sábanas revueltas de su cama.

(Continuará)

1 comentario:

Gonzalo dijo...

Ya sabés que me gusta mucho lo que escribís, pero en especial este cuento. Seguí para adelante! Te amo