domingo, 19 de agosto de 2007

El ritual de las máscaras

Cada uno ocupó el lugar que previamente había seleccionado en el círculo convenido como ámbito de común acuerdo. Era la forma más sencilla de aceptar que los equivocados eran más de uno; que el ritual era inevitable y necesario. La inmunidad era una posibilidad que se agotaba, y el instinto de supervivencia les impedía romper la rueda. No era el destino, era una elección menos libre que obligatoria. Y con la pena de lo que no fue pero podría haber sido se resignaron a aquel pequeño espacio reservado que solo podrían conservar si actuaban de la forma correcta.La ceremonia comenzaría y cada uno llevaría a cabo el papel acordado, la caracterización que con tanto esmero habían logrado casi a la perfección y que se encontraban en condiciones de representar sin previo ensayo. Tan incorporada como un verdadero yo que jamás conocerían, que se ahogaba, se desangraba, agonizaba... y que sin embargo, aún no se decidía a morir aunque empecinados no dejaran de intentar matarlo. Metodología aprobada con honores, la naturalización de las ideas ajenas a flor de piel.Uno a uno fueron cubriendo sus rostros con máscaras que de tan gruesas y opacas ocultaban para siempre las expresiones de dolor que inevitablemente causaban. Era una muerte realmente extraña. Era la concepción, el embarazo... era como parir un mutante, un ser amorfo, distante...Las contorsiones corporales hablaban del efecto esperado, el interior lo rechazaba por extraño. Un viaje introspectivo delataría la mentira y se sentirían culpables por ellos mismos.El fuego aún ardía en medio del circulo, tenía hambre de almas como cualquier hoguera. Los participantes de desvanecían alrededor del fuego con las máscaras puestas contorsionándose, delirando...Cuando las cenizas comenzaban a esparcirse con la brisa que sopla justo antes de que el amanecer se convierta en otro día, los participantes se incorporaban pero ya no se quitaban las máscaras. Las lágrimas sólidas para ser perennes, y la risa fornicada con esteca, horneada a altas temperaturas, camuflada con esmalte, tan artesanal como poco natural. Porque con el ritual de las máscaras, aunque poco auténtica, la vida se les hacía menos vulnerable.

1 comentario:

Gonzalo dijo...

Gracias por compartir con todos los que te queremos ese don mágico y exclusivo de saber acomodar las palabras. Seguí así que la recompensa es gratificante, sea cual fuere! Te amo más que a nada en el mundo