domingo, 2 de septiembre de 2007

En pretérito

Era de las personas que dejaban huellas, profundas. Nunca caminó por otra superficie que no sea cemento fresco.Su paso perduraba en el tiempo. Ahí estaba, por allí había pasado, por siempre recordada.Había pasado... el atemorizante tiempo verbal “pasado perfecto”.
Hoy camina zigzagueante por la orilla del mar y ve como irreverentes las olas arrastran sus huellas... A veces camina cuando llueve, entonces las huellas profundas legitiman su paso. Pero la lluvia para, la tierra se seca... Lo peor es aceptar que el viento sopla, sopla fuerte y persistente. Y el barro se convierte en tierra, que se dispersa... ya no hay huellas...
Era de esas personas que se sientan a llorar en el umbral de la puerta mientras miran fijo los pies de la gente que camina por la vereda para asegurarse que les pasa lo mismo, que no dejan huellas. No lograba ver con claridad, las lágrimas empañaban la imagen. Esperaba a que caigan, pero brotaban nuevamente, tantas veces, tantas veces...
Es de esas personas que se sientan cada tarde en la vereda. La gente pasa caminando frente a ella. No mira, solo recuerda. Alguna vez dejó huellas sobre el cemento fresco y sus pisadas tal vez hallan resistido el paso del tiempo.
Ya no llora...
La imagen nítida...
La mente en blanco...
Los pies paralizados...
Es probable que aun esté pensando, porque dejó marcas tan persistentes en el lugar y en el momento equivocado.

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