jueves, 17 de julio de 2008

Del amor al odio (o viceversa) III

Había pasado tiempo, demasiado tiempo... tanto que era difícil borrarlo todo con un arrebato de furia. Pero nunca habías logrado contener tus impulsos. De una forma casi enfermiza arrojabas cada objeto con el que habías intentado materializar tus sentimientos dentro de tu cartera.
Y así, arrasando con cuanto recuerdo se topaba en tu camino, creíste encontrar la forma de borrar recuerdos y sentimientos, aunque solo habías logrado despejar la mesa del living y unos cuantos estantes.
Siempre me habían gustado tus piernas, sobre todo cuando caminabas descalza. Me causaba gracia verte caminar de puntillas, haciendo equilibrio, intentando ganarle a la naturaleza aquellos centímetros que te había vedado. Sí, me gustaban tus piernas... unas piernas lo suficientemente fuertes y fibrosas para sostener aquella cadera curvilínea y prominente y los muslos firmes. Me gustaban tus piernas, y la forma en que girabas la cabeza para mirarme cuando te miraba cuando me dabas la espalda. Como si me hubieses descubierto en medio de una travesura, me sonreías y agitabas las pestañas. Entonces ya no podía contener mis deseos de llevarte a la cama.

No hay comentarios: